viernes, 14 de enero de 2011

Crónica de una muerte anunciada: Jets 17 / Colts 16



Los New York Jets se impusieron a los Indianapolis Colts, el pasado sábado por la noche, por un único punto -diecisiete a dieciseis-, en su camino hacia la Super Bowl de Dallas. El encuentro se había planteado por parte neoyorquina como una revancha del cruce que el año pasado dejó en la cuneta al equipo de Rex Ryan y, de hecho, éste se había pasado los días previos clamando venganza por tamaña afrenta con quizá demasiada violencia. 


Ninguno de ambos contendientes llegaban a la eliminatoria en plenitud de fuerzas. Una plaga de lesiones se había abatido sobre los Colts durante toda la temporada regular, hasta tal extremo que diezmó sus formaciones de ataque y defensa. Nada menos que dieciséis jugadores completaban el injured reserve, con nombres tan destacados como Bullit (SS), Silva (FS), Powers (CB), Clark (TE) y los wide receivers Gonzalez y Collie, estos tres últimos, básicos en el esquema de ataque del equipo del Lucas Oil Stadium. Ya fuera por esta u otras razones, los de Indianapolis no han sido aquel equipo dominante e inalcanzable que, en otras ediciones, destrozaba a sus rivales gracias a su demoledor ataque. Cada victoria ha sido demasiado agónica como para hacer de ellos unos firmes candidatos al título. Pero esa siempre ha sido la grandeza de una franquicia que, desde hace años, confía toda su suerte a uno de los mejores quarterbacks de la historia de este deporte, un tal Peyton Manning, capaz de transformar al más miserable de los receptores en un Pro-Bowl de lujo. En el lado opuesto, los Jets llegaban a la cita sabiendo que son un equipo capaz de lo mejor y de lo peor. Han aprendido a convivir con la irregularidad, más en juego que en resultados y, en consecuencia, han desarrollado una extraña capacidad gracias a la cual, tras un partido demencial, consiguen recuperarse con mayor rapidez que la mayoría de sus rivales. Con Ryan al timón no se pierde el tiempo cayendo en crisis de identidad respecto a cómo han jugado en su último partido, lo mal que el ataque ha funcionado o las lagunas que puntualmente aquejan al equipo. No, ellos simplemente miran hacia adelante y siguen luchando. Y eso les supone una ventaja incuestionable: su rocosa autoconfianza es de una solidez solo comparable a la paciencia con la que los wide receivers asumen el juego de su quarterback.


Jim Caldwell sabía que los Colts jamás habían perdido un partido de wildcard en su casa. Por si fuera poco, Mark Sánchez sería el quarterback titular del equipo rival y con Manning en el campo, ¿para qué preocuparse más?. Las carreras de Addai y Rhodes sembrarían la suficiente duda en la defensa de los Jets como para facilitar el ataque aéreo; el juego de pase llegaría y los touchdowns caerían como fruta madura. Rex Ryan tenía un plan, una idea más trabajada de lo que debían hacer para evitar perder y de lo que era necesario conseguir si querían ganar. Lo primero pasaba por la imposible misión de anual al QB de los Colts a base de enviarle blitz, pero sí contenerlo de tal forma que le impidiera a éste desplegar la amplia variedad de opciones en su juego aéreo. A buen seguro que emparejamientos como el de Antonio Cromartie con Pierre Garçon haría saltar chispas; el objetivo era presionar lo suficiente al cuerpo de receptores de los Colts. Pero sin anota puntos jamás lograrían jugar el próximo partido. Y en ese cometido contaban, por un lado, con un fiable juego terrestre basado en la rotación entre un rejuvenecido LaDainian Tomlinson y uno no menos letal Shoon Greene, y por el otro, con las capturas de Braylon Edwards y Santonio Holmes cuando Sánchez decidiera tentar a la suerte.


La primera mitad del partido transcurrió de un modo sorprendente para la hinchada local. El plan de Ryan funcionó a la perfección en lo que a la limitación del quarterback rival se refiere y sólo así entendemos cómo el clásico juego de ataque de los Colts fue borrado del tablero de juego y Reggie Wayne reducido a la mínima expresión. Peyton no hallaba receptores para sus envíos y cuando lanzaba el ovoide, era en una situación tan apurada que el pase no se llegaba a completar. Únicamente en una ocasión el sistema se vino abajo, la cobertura vaciló y Garçon pudo anotar el touchdown con el que acabó el segundo cuarto. Rex Ryan invirtió los minutos de descanso en animar a su equipo defensivo para que estos siguieran siendo igual de efectivos pero además, insistió en la necesidad del juego de carrera y aleccionó a Sánchez de los beneficios de asegurar los pases. En el otro lado, tememos que un ser inanimado, fútil, baladí, intrascendente e insubstancial, llamado Jim Caldwell, entrara en el vestuario pensando que sería suficiente con el simple transitar de los acontecimientos. Así, en la segunda mitad de la eliminatoria, los Jets combinarían el juego de pase en corto con un contundente ataque terrestre -la pareja de running backs acabaría sumando más de 150 yardas-, en un despliegue de juego físico de choque donde cada yarda era ganada gracias a un imparable juego de carrera, golpeando como la gota malaya, una y otra vez, sobre la defensa de los Colts y alargando la posesión en un alarde de la administración del tiempo como pocas veces se ha visto en New York. Con eso conseguían limitar los daños que un envalentonado Mark Sanchez podría ocasiones y, a la vez, mantener fuera del terreno de juego a un Manning que, desde la banda observaba lo que sucedía con creciente impaciencia. No sería la noche de los grandes fuegos artificiales, ni de los big plays, estaba claro, sino del más rocoso ataque por tierra en el que L.T. se movía como pez en el agua, tanto como para anotar los dos únicos touchdowns de los Jets.

Aún con todo, hoy podríamos estar hablando de los Colts como del equipo que disputará la siguiente eliminatoria. Es la virtud de ser un equipo donde el quarterback es jugador, entrenador, motivador y ejecutor. Así es que cuando Peyton levantó su cabeza sobre su yarda 20, a falta de tres minutos y medio, todos supimos que los de Indianapolis acabarían clasificados para el duelo divisional. Aún a pesar de que, de nuevo una impresionante defensa detendría la ofensiva, Adam Vinatieri anotaría su field goal más largo desde el 2008 para sumar unos tres puntos que parecían ya definitivos. Solo 53 segundos separaban a los Colts de su próximo partido. Lo que nadie podía sospechar es que los Jets fueran capaces de golpear de nuevo, en un vibrante final, cuando tras un excepcional retorno de kick off de 47 yardas por obra y gracia de Antonio Cromartie y un timeout demencial solicitado por Caldwell -para desesperación del propio Manning-, concediéndole así a los Jets la oportunidad de organizarse, sería rematada por el gol de campo de 32 yardas de Nick Folk.

La sensación que queda de todo lo sucedido es muy evidente. Los New York Jets están en disposición de plantar cara a cualquier rival siempre y cuando se ciñan a un plan establecido y su quarterback lo ejecute con disciplina. El resto se basará en el buen juicio de su gran head coach, de una defensa auténticamente excepcional y de un cuerpo de receptores y corredores que hoy, presentan su firme candidatura a cualquier meta. Los Indianapolis Colts deberían empezar por tener un head coach con capacidad de mando y buena sintonía con su quarterback franquicia. Luego podemos hablar de lo demás.

Artículo publicado en la edición especial Wildcard de Football Speech

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