viernes, 23 de julio de 2010

Delenda Cartago Est



Los antiguos romanos guardaban el peor de los castigos para aquellas ciudades que repetidamente osaban desafiar su poder. Tras una guerra y en función de la clemencia del general o cónsul que hubiera comandado los ejércitos, sus bienes y gentes era sometidos en mayor o menor medida a castigo; se tomaban esclavos, se establecían sanciones económicas -cuando no se saqueaban las arcas de la población-, se nombraban nuevos gobernantes, se redistribuían tierras y haciendas, etcétera. Pero en los casos más graves, se decretaba que la ciudad fuera barrida de la faz de la tierra: se derruían sus edificios hasta los cimientos, se esparcían los restos de las calles, se borraba cualquier atisbo de civilización y, finalmente, se echaba sal para que nada pudiera brotar. Andaba yo convencido de que estas prácticas habían sido abandonadas desde hacía siglos hasta que he leído el caso de la USC (University South California) y Reggie Bush (New Orleans Saints).

El problema, descubierto hace poco, reside en que durante su etapa universitaria, Reggie aceptó diversos regalos de empresas de márketing incumpliendo así uno de las numerosas reglas de ética y conducta que regulan las posibles influencias vigentes en los USA respecto a los jugadores que están a punto de dar el salto al profesionalismo; los casos más comunmente conocidos son todos aquellos que afectan a jugadores NBA, aunque la NFL tampoco pierde el ritmo en este aspecto. Los Trojans, el equipo más importante del deporte universitario norteamericano, han sido sancionados con mucha dureza: no podrán disputar ninguna bowl en los próximos dos años a la vez que han sido desposeídos del título conquistado en el 2005. La pena comportará, sin duda alguna, una reducción en el programa destinado al fútbol americano privando así la promoción profesional de muchos jóvenes; lamentable.

El implicado, Reggie Bush, no ha aceptado los hechos al asegurar que ni él ni nadie de su entorno cometieron infracción alguna pero eso poco importa tras el dictamen de la NCAA (National  Collegiate Athletic Association). De momento el señor Max Nikias, presidente de USC, ha remitido una carta a los miembros "de la família de los USC Trojans" anunciando que "la escuela devolverá el trofeo Heisman de Bush al comité del trofeo, además que retirarán todos los jerseys y murales que tienen para recordar la era de Bush en la universidad". Ni los romanos hubieran obrado con tal contundencia, como bien ha dicho Mariano Tovar en su blog "es como si nunca hubiera existido".

Las últimas notícias siguen siendo preocupantes: la NCAA ha iniciado una nueva investigación contra la Universidad de Florida y particularmente contra el OL de los Steelers, Maurkice Pouncey por recibir, supuestamente, 100.000 dólares por parte de un socio de un agente sin identificar. Por la cuenta que les trae, ha sido la propia Universidad de Florida quien ha denunciado el caso a la NCAA buscando así que en el caso de ser declarado culpable el jugador, poder atenuar el probable puro que les caería. El último caso afecta a la Universidad de Alabama y a Marcell Dareus quien, supuestamente de nuevo, habría asistido a una fiesta de un agente en Florida; también lo habrían hecho, entre otros, jugadores de North Carolina y Wesley Saunders de South Carolina.

Todas estas cuestiones, para situarnos, parten de una reglamentación especial del deporte universitario donde se castiga con dureza a jugadores y universidades. Particularmente en la NFL, un deportista además de tener rigurosamente prohibido recibir cualquier tipo de pago o contraprestación, no puede ni siquiera contactar con agente alguno. Lo cual es entendible para evitar situaciones que luego seguramente serían perniciosas aunque hablar de ello en el país del profesionalismo extremo parecería un tanto fuera de lugar, pero enfín. Lo que no acierto a entender son las sanciones a las Universidades; quizá sea una línea demasiado estrecha como para decir si estás fuera o dentro y evidentemente lo que se busca es que la propia Universidad no promueva, ni aliente esas conductas -con o sin beneficio económico-, pero también es cierto que actualmente pagan justos por pecadores. Parece claro que con quien debiera compartir gran partel del pastel que en forma de sanción remite puntualmente la NCAA, debieran ser los agentes.


Ellos son los que conocen los límites de la normativa y a pesar de ello deciden hacer caso omiso e intentan captar el interés de las futuras estrellas para hacerse con su representación. Porque al fin y al cabo, parece que todo se reduce a imitar a Jerry Maguire y gritar: show me the money!.

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